DESCUBRIR NUESTRA CÚPULA
«El estudio de la anatomía relacionada con el canto clarifica, facilita y racionaliza la técnica aplicada a ello, permitiendo una práctica más precisa y exenta de tensiones»
¿Eres cantante? Bueno… ¿Cantas a veces? ¿En un coro? ¿En la ducha? Es igual… ¡Cantas!
Y… ¿has observado alguna vez tu principal cavidad de resonancia? No, la nariz no, ni la boca. Parece increíble que la mayoría de los cantantes nunca se hayan mirado este lugar de su anatomía. Pero es así.
Recorre con tu lengua desde los dientes superiores, pasando por el paladar duro, hacia atrás, encuentras un escalón y entras en la zona suavita y blanda que es el velo blando del paladar; si sigues hacia atrás, probablemente te ahogues o te dé una arcada. ¡Para! Al final de este velo está la famosa campanilla o úvula palatina. Prueba ahora a observarlo en un espejo, diciendo ‘a’ (como en el médico) pero sin sacar la lengua. Deberías ver cómo baja la lengua, retrocede un poco en su raíz hacia la parte de la faringe, y el velo se eleva como si se tratase de una cúpula de iglesia.
Si no ves cómo se eleva formando una cúpula, es que estás apretando el sonido. Te propongo otra manera: imagina el sonido que hace Darth Vader (el malísimo de Star Wars), algo así como espirar con la garganta cerrada, como si te ahogases un poco, pero soltando aire continuo. No hagas el bruto; si te pica, no es así… De alguna de estas dos formas deberías poder ver la elevación del velo, conformando una cúpula, que en cada persona es un poco diferente, dependiendo de la fisionomía de cada uno.
A mí me parece fascinante ver este espacio; me hace visualizar, de forma real, el lugar al que envío el sonido, el aire, la intención sonora. Es a este lugar, que se encuentra arriba y atrás, no delante. A este lugar que está dentro de mí, no fuera. Con esta acción mental en sentido vertical, todo mi cuerpo se alinea para realizarla sin esfuerzo, sin empujes, sin tensiones.




Cuando inspiramos por la boca, el velo también se eleva y esta acción se mantiene mientras cantamos (espiramos). Al principio puede resultar raro, pero luego se puede hacer perfectamente sin tensión. De aquí la sensación al cantar de prebostezo, oler, susto, quemarse… Todas ellas hacen que se mantenga elevado.
Al mantenerse elevado, el aire (convertido en sonido) entrará en contacto con las cavidades y huesos que están por encima de él, en nuestro cráneo. También provocaremos más espacio en nuestra cavidad orofaríngea, para que así se produzcan más armónicos. También en este lugar se forman (en parte) los fonemas, además de en la boca con la lengua, los labios y la mandíbula. Parte de nuestras oes, aes, pes, emes, erres… se hacen con pequeños movimientos del velo blando y de las paredes orofaríngeas, sobre todo cuando cantamos en zona aguda. Algo así como hacen los ventrílocuos.
Obviamente, no solo es importante en el canto la utilización de nuestro principal lugar de resonancia, pero es un buen punto de partida para ir incorporando todo nuestro cuerpo en el acto de cantar, a través de la comprensión anatómica, fisiológica y funcional de nuestro organismo cantor. El estudio de la anatomía relacionada con el canto clarifica, facilita y racionaliza la técnica aplicada a ello, permitiendo una práctica más precisa y exenta de tensiones. █