EL LEGATO
«¡Pues soplaré y soplaré y tu casa derribaré!»
por Sr. Lobo, barítono bajo
«El aire que espiramos al cantar es aire a presión y es a presión porque se trata de un volumen X que tiene que atravesar una oclusión laríngea (las cuerdas vocales en posición de cierre)»
El combustible de la voz es el aire, pero no cualquier aire. A ningún buen piloto se le ocurre ahorrar gasolina cuando tiene un motor de 2.500 cc y de 200 cv. Si hay que correr, es mejor hacerlo sin miramientos y gastar combustible. En caso contrario, griparás el motor, se te ensuciarán los cilindros y el coche se te calará constantemente. Con la voz pasa lo mismo. Hay que gastar aire, que entre y salga tranquilo; ¡hay mucho!
He de reconocer que explicar el legato con palabras es difícil, pero lo intentaré. Cada cual lo comprende cuando le llega la hora, después de muchos ejercicios absurdos de soplar, mugir, rebuznar, blublear… Cuando se nota de verdad, ya no se te olvida, pero hay que sentirlo.
«Las cuerdas vocales se cierran y abren con una frecuencia que determina la nota que se emite y este cierre recurrente será óptimo cuanto más rebote el aire, convertido en sonido, en la cavidad resonante orofaríngea»
El aire está en el mundo, fuera de nosotros, lo inspiramos y lo espiramos para vivir y para cantar. ¿Es igual el aire espirado de vivir que el de cantar (también me serviría decir el de soplar un instrumento de viento, con algunos matices, claro)? Pero hoy me centraré en la voz cantada, que es lo mío. El aire que espiramos al vivir es aire sin presión: el conducto traqueo-orofaríngeo está abierto, sin obstrucción alguna; el aire sale por recesión del elástico pulmonar. Al principio rápido, luego más lento, sin control alguno, ¡a su aire!
El aire que espiramos al cantar es aire a presión y es a presión porque se trata de un volumen X que tiene que atravesar una oclusión laríngea (las cuerdas vocales en posición de cierre). Para poder hacerlo, tiene que ser empujado por el diafragma de forma firme y constante. El diafragma sólo tiene un jefe, el cerebro, que ordena: «¡Sopla, sopla como si no hubiese un mañana!»
«Se debe trabajar clara y profusamente el soplido constante, más conocido como legato, para poder conseguir una resonancia óptima y una utilización del aire sin morir en el intento, sobre todo en el primer nivel de aprendizaje del canto»

Esta clara intención de emitir un sonido constante y uniforme (ya que lo de soplar realmente no se siente como tal, al menos yo no lo siento, pero sí el sonar, el sonar timbrado, el resonar) es lo que hace que el sistema nervioso ordene trabajar al diafragma en espiración. Este trabajo será más eficaz cuanto más cierre se le ofrezca. Las cuerdas vocales se cierran y abren con una frecuencia que determina la nota que se emite y este cierre recurrente será óptimo cuanto más rebote el aire, convertido en sonido, en la cavidad resonante orofaríngea.
Así pues, se establece una especie de ciclo termodinámico dentro de nosotros, que solo se alimenta con aire. Si dejamos de soplar por cualquier razón, dejará de funcionar óptimamente. En mi opinión, se debe trabajar clara y profusamente este soplido constante, más conocido como legato, o lo que es lo mismo, «hacer lo mismo todo el rato», para poder conseguir una resonancia óptima y una utilización del aire sin morir en el intento, sobre todo en el primer nivel de aprendizaje del canto, dejando de lado, de momento, la idea de la articulación, de las dinámicas, incluso del fraseo. Sí, ya sé que es raro decir esto, pero, primero… ¡a soplar!
«Es muy frecuente encontrar el defecto en cantantes inexpertos de acompañar a cada nota o a cada sílaba con un impulso de aire, acción que les hace consumir aire en exceso, por mucho que cojan, pues tras el primer abandono de la columna de aire, desaparece el apoyo diafragmático y el aire sale por efecto del elástico pulmonar y del empuje de los abdominales, cosas ambas nefastas»
Es muy frecuente encontrar el defecto en cantantes inexpertos de acompañar a cada nota o a cada sílaba con un impulso de aire, acción que les hace consumir aire en exceso, por mucho que cojan, pues tras el primer abandono de la columna de aire, desaparece el apoyo diafragmático y el aire sale por efecto del elástico pulmonar y del empuje de los abdominales, cosas ambas nefastas. Así que cuando mis alumnos me dicen «es que me he quedado sin aire y ya no salía sonido», les digo: «No, te has quedado sin aire porque cortaste el sonido». Lo normal es que no nos demos cuenta de esta acción, pero es así.

Para trabajar esta parte de la técnica, absolutamente esencial, propongo mucho soplido con pajita en agua (de diferentes grosores); sonidos continuos, interválicos y frases enteras con fonema F sonora (como la W alemana), y cantar frases solo con las vocales existentes en el texto. Poco a poco se va acostumbrando nuestro cerebro a emitir sonido sin que este se vea perturbado por el cambio de nota o de fonema, ni por las dinámicas, ni por la articulación. Es como un río que fluye constante, en el que vamos depositando hojas, barquitos de papel, palitos, sin que por ello el río deje nunca de fluir. Cuando este tema está realmente integrado en el cantante, podremos acometer los fortes y pianos, diminuendos y crescendos, articulaciones barrocas, belcantistas, románticas o contemporáneas. Hacerlo sin esta herramienta firme en nosotros nos hará desarrollar un sinfín de artimañas extrañas para resolver nuestra línea de canto, pero nunca será de forma correcta ni óptima. Otro símil muy clarificador en este asunto es el de la manga de hacer churros… pero eso será otra historia. █