EL MUSICAL DESAFÍO DE APOLO Y MARSIAS

«Atenea lanzó una maldición sobre cualquiera que tocara la flauta que ella misma había fabricado»

Un día Atenea fabricó una flauta doble con huesos de ciervo y decidió que lo mejor sería tocarla en uno de los banquetes que celebraban los dioses en el Olimpo. La idea era buena porque a todos les gustaba la música y la música habría de ser divina, la crearía una diosa, la de la sabiduría.

El banquete comenzó y Atenea, en un momento determinado del mismo, cogió su flauta y empezó a tocar. Los dioses quedaron maravillados de la dulzura del instrumento y de la divina interpretación de Atenea. Sin embargo, Afrodita y Hera no dejaban de mirar a Atenea y reírse disimuladamente tapándose la boca con las manos. ¿De qué se reían estas diosas?

Una vez concluido el banquete y caminando sola por el bosque, Atenea no dejaba de pensar en lo sucedido. Tomó la flauta junto a un arroyo y contempló su rostro mientras tocaba. Al darse cuenta de lo ridícula que estaba con la cara morada por el aire y las mejillas hinchadas por el esfuerzo de soplar, arrojó lejos de sí la flauta y lanzó una maldición sobre cualquiera que la recogiera. Solo desgracias, e incluso la muerte, era lo único que podría traer para el infortunado nuevo dueño de dicha flauta.

Caída de los Gigantes, de Giulio Romano (Palacio del Té, Mantua, Italia, siglo XVI)
«Caída de los Gigantes», de Giulio Romano (Palacio del Té, Mantua, s. XVI) | Imagen de Angelika en Pixabay

Fue Marsias quien encontró la flauta y empezó a usarla. Prácticamente el instrumento tocaba solo y su música era armónica y embriagadora —la había fabricado una diosa—, y así nuestro buen sátiro, miembro del cortejo de Cibeles, recorrió Frigia deleitando a los campesinos, que le decían que tocaba mejor que el propio dios Apolo. Marsias creyose estos halagos de sus nuevos admiradores y, lleno de orgullo, se sintió capaz de desafiar musicalmente al propio Apolo.

«De la sangre de Marsias nació el río que en la actualidad lleva su nombre»

Enterado este del desafío de Marsias, lleno de rabia, le retó a un certamen en el que el vencido quedaría a merced del vencedor y este infringiría al derrotado el castigo que le pareciera más conveniente sin ningún tipo de límite. Marsias estaba contento porque, lleno de vanidad, pensaba con total seguridad que él sería el vencedor. Las musas serían los jueces y árbitros de la contienda. Ambos quedaron empatados.

Estatua del dios Apolo con su lira en Atenas (Grecia)
El dios Apolo venció a Marsias con su lira (Atenas). | Imagen de Adrian Balea en Pixabay

Entonces Apolo gritó: «Te desafío a que hagas con tu instrumento lo mismo que hago yo con el mío: ponlo al revés, toca y canta al mismo tiempo» (algo que con una flauta es totalmente inviable). Apolo cogió su lira, la puso al revés y cantó la gloria de los dioses en canciones llenas de emoción. Las Musas, en ese momento, proclamaron vencedor del certamen al dios Apolo, con lo que Marsias quedó como perdedor y puesto a merced del musical dios.

Apolo decidió atarle a un árbol y vengarse de él. Cruelmente le desolló vivo y clavó su piel a un pino. De su sangre nació el río que en la actualidad lleva su nombre.

Y así acaba esta pequeña historia de un duelo musical en el Olimpo. 


MUNDO CORAL Nº I