GERENTES

MARÍA
GUINAND

gestora cultural y directora de coro
El pasado mes de octubre María Guinand, una de las personas claves en el desarrollo del canto coral en Latinoamérica, así como experta de reconocido prestigio internacional (no en vano, es miembro del Consejo Internacional para la Música de la UNESCO y primera vicepresidenta de la Federación Internacional para la Música Coral), visitó Madrid con un doble motivo: por un lado, dirigir al Coro de la Comunidad de Madrid en el Auditorio Nacional, y, por otro, participar y vivir el homenaje que antiguos alumnos venezolanos rindieron en dicha ciudad a su marido, el también director de coros Alberto Grau. La Escuela Coral de Madrid acogió y produjo este encuentro y en aquellos días tuvimos la oportunidad de charlar con ella.
María Guinand
foto: Kodiak Agüero
«SIN GESTIÓN CULTURAL, el grupo artístico no puede vivir»

En octubre dirigió en el Auditorio Nacional al Coro de la Comunidad de Madrid. ¿Cómo es trabajar con un grupo artístico español?
Es maravilloso. Es una agrupación muy solvente, profesional, entusiasta. Conmigo han sido muy acogedores y atentos. Le han puesto mucho corazón al repertorio que les traje, que no es fácil; casi todo era nuevo para ellos, con muchos retos rítmicos y maneras de cantar, de articular, de fluir con la música. Me siento muy contenta porque han respondido con gran interés y respeto por la música y con mucha dedicación para aprender y hacerlo cada día mejor. Estoy muy contenta.

¿Cómo describiría el panorama coral actual español, tanto profesional como amateur?
España es un país que ha crecido a pasos agigantados en materia coral. Hoy en día, en todas las regiones, hay organizaciones corales que le dan un sustento. España tiene coros profesionales muy buenos y eventos internacionales muy reconocidos, como las Jornadas Internacionales de Canto Coral de Barcelona o el Certamen Internacional de Tolosa, por nombrar algunos. El canto coral en algunas regiones tiene una larga tradición. En 2022 ya hay desarrollada una red coral extraordinaria, hay muy buenos coros y un trabajo muy interesante a nivel de país en insertar el canto coral en las escuelas, en el mundo escolar. Esto es muy interesante. Particularmente admiro el trabajo que se hace desde el L’Auditori de Barcelona que se llama Cantania. Es una producción coral escolar diferente cada año. Esto se ha extendido a muchas ciudades españolas y europeas. Sembrar esta semilla es muy importante. En este momento, el panorama coral español es prometedor.

«Ser mujer nunca ha sido óbice para estar en cualquier cargo u organización»

Al hilo de esta siembra musical de la que habla, usted ha ostentado diversos cargos relacionados con la música y la infancia. ¿Qué mensaje lanzaría a los padres y madres actuales sobre la importancia de esta disciplina artística? ¿Por qué los niños deberían cantar desde pequeños?
Cantar es una actividad humana natural. Es parte de nosotros. No la hemos inventado los directores de coros. Probablemente, en tiempos prehistóricos, el hombre produjo sonidos parecidos al canto antes de la conformación del idioma abstracto. El canto siempre ha formado parte ritual de celebración de la vida del hombre. El canto grupal así lo ha sido y así lo vemos en sociedades muy primitivas o en otras como las africanas, donde el canto y el baile son partes fundamentales de la vida. Por tanto, a un padre o a una madre yo les diría que animaran a su hijo/a a cantar, así como lo animan a leer o escribir. La voz está dentro de cada uno de nosotros, es un instrumento que nos pertenece. Cantar tiene que ser como respirar, como caminar, como mirar la naturaleza.

También se ha referido anteriormente a los gobiernos y su papel en la educación musical. ¿Cuál sería para usted el plan educativo musical ideal?
El plan ideal sería tener en todos los sistemas escolares un horario de música colectivo donde se cante, donde se enseñe la música en grupo cantando. Y que después, desde esos grupos grandes, se puedan derivar a agrupaciones más especializadas a aquellos niños que quieran dedicar más tiempo a la música. A los gobiernos yo les diría que el canto coral es, además, muy barato, económico. Basta con tener un piano y, por supuesto, unos buenos maestros. No necesitas toda la parte instrumental de una orquesta. Un país que canta es un país que genera una identidad muy fuerte en torno a su cultura, sus ideales, sus poetas, sus tradiciones. Yo admiro, por ejemplo, los países bálticos, donde hacen grandes festivales y se reúnen padres, nietos, bisnietos y todos cantan. Se reúnen 30.000 o 40.000 personas una vez al año para cantar. Me parece una actividad humana extraordinaria porque, además, cuando cantas, todas las diferencias se diluyen; al cantar, uno busca que haya una sola voz, que todo confluya y eso hoy en día en nuestro planeta es difícil, por eso cantar tiene un valor incalculable en el crecimiento y en el desarrollo de los seres humanos.

«Un país que canta es un país que genera una identidad muy fuerte en torno a su cultura»

¿Cuál sería, por tanto, el papel social de la música en el s. XXI?
El canto tiene que ser un factor de unidad del género humano en todos los sentidos, en todos los aspectos. Al cantar no hay diferencias religiosas, políticas, de género… solo cantamos y estamos juntos. Por tanto, el canto coral debe promoverse y debe ser un factor, una herramienta de integración en todos los países.

¿Cómo podemos conjugar todo esto con las nuevas tecnologías?
Con la pandemia, los que trabajamos con el canto colectivo nos hemos visto sumamente afectados por el tema de los aerosoles: no podíamos estar en los lugares de ensayo, sitios cerrados, estar juntos… La tecnología que tenemos no nos permitía cantar juntos en una pantalla. Estoy segura de que eso se va a resolver en los próximos años. Los coros virtuales fueron una experiencia más, pero no nos sirven para desarrollar grandes proyectos. En este momento podemos usar la tecnología en dos sentidos: por un lado, como una herramienta pedagógica para enseñar, enviar audios, tareas, ayudar a resolver aspectos técnicos; por otro lado, la podemos usar para acompañar nuestros conciertos en vivo; es decir, nos puede servir para crear otros sonidos, imágenes, luz, etc. Y una tercera vía es que también puede servir para que los directores, los maestros, se relacionen entre sí sin tener que viajar y compartan experiencias, metodologías, repertorios, etc.

Guinand dirigiendo en el homenaje a Alberto Grau
Guinand fue una de la directoras invitadas al homenaje realizado a Grau en Madrid el año pasado. | foto: archivo ECM

Una parte importante de su carrera la ha dedicado a la gestión cultural. ¿Cuál es la importancia que usted le otorga a esta profesión, que en España se está consolidando poco a poco?
Sin gestión cultural el grupo artístico no puede vivir. Se necesita la plataforma. Hay que crearla y eso lo hace la gestión. Hay que tener estrategias, prepararlas, saber las necesidades de ese grupo para que tenga éxito y después, sobre eso, hacer el desarrollo artístico. Yo me di cuenta de que, si yo no hacía la gestión, no tenía quién lo hiciera. Podía tener muchísimos proyectos y sueños y tenía gente a mi alrededor esperando para montar un ensayo o hacer fundraising o buscar conciertos, pero, al final, he tenido que hacer yo misma muchas cosas en la vida. Me ha encantado aprender y no lo hice solo por ensayo-error, sino que también busqué juntarme con personas que están dentro del mundo de la gestión empresarial (más que cultural) y que entienden cómo se mueve todo el tema financiero, las leyes, cómo funciona una sociedad sin fines de lucro, o que pertenece a un gobierno estatal o municipal… Es decir, ¡me he ido enterando de todo! Y eso lo he hecho a través del interés por conectarme con personas que hacen gestión cultural y política financiera. He tenido incluso que estar haciendo antesalas para hablar con políticos o personas que van a tomar decisiones finales en función a un presupuesto vital para nuestra actividad. Eso se aprende con mucha paciencia y convicción.

«Los coros virtuales fueron una experiencia más, pero no nos sirven para desarrollar grandes proyectos»

Gracias a esa convicción, a lo largo de décadas de carrera, usted ha ocupado puestos de altísima responsabilidad en la gestión cultural en comités, asesorías… ¿Cómo se siente habiendo conseguido todo ello siendo mujer?
La verdad es que nunca tuve problema. En realidad, todo fue llegando poco a poco. En las organizaciones donde he tenido puestos importantes, empecé siendo miembro de ellas, haciendo traducciones, poniendo las partituras del director en el atril o entregando los programas de mano en la puerta. Es decir, iba conociendo el sitio desde dentro, desde abajo. Cuando he llegado a cargos mejores ha sido porque me han necesitado, porque se han dado cuenta de que mi trabajo era importante y yo tenía entusiasmo, ganas y tiempo. Ser mujer nunca ha sido óbice para estar en cualquiera de estos cargos u organizaciones.

Hablando de su trayectoria, ¿cómo y cuándo supo que iba a consagrar su vida a la música?
Lo supe con 17 o 18 años. Siempre estudié música, pero me gustaba mucho la ciencia también. Me quería dedicar a la educación, al trabajo con gente. Entré a la universidad a hacer Física y Matemáticas de manera paralela a la música. Pero a los 18 o 19 años dejé la ciencia para dedicarme de pleno a la música. Estudié composición, historia de la música, piano, canto… toda la formación musical. Yo ya tenía dentro el gusanito de los coros. Empecé a dirigirlos con 23 años y ahí me di cuenta de que esa iba a ser la vocación de mi vida porque era un instrumento con el que yo podía educar, relacionarme con gente, trabajar y lograr también desarrollarme artísticamente. Los coros me fascinaron entonces y me siguen fascinando hoy todavía.

María Guinand con Alberto Grau en la Escuela Coral de Madrid | foto: archivo ECM

¿Qué supuso tener a Alberto Grau como maestro?
Alberto fue mi maestro de piano cuando yo tenía ocho años y después fue quien me llevó a la escuela de música de la mano. Durante muchos años esa fue mi relación con él. Pero cuando él fundó su primera cátedra de Dirección Coral, me invitó para que formara parte (yo tenía entonces 17 años). Yo había cantado también con él en el coro de la escuela de música. Formé parte de esa primera camada de jóvenes que él estaba formando. Después, cuando acabé mis estudios en Reino Unido, Alberto me escribió inmediatamente para que trabajara con él en la Schola Cantorum de Venezuela como subdirectora y fundara un nuevo coro en la Universidad Simón Bolívar. Yo tenía apenas 23 años y sentí que me daba una responsabilidad inmensa. Han pasado 45 años de esto y creo que he cumplido mis sueños; sigo cumpliéndolos y haciendo las cosas que me gustan.

«Cuando cantas, todas las diferencias se diluyen; cantar tiene un valor incalculable en el crecimiento y en el desarrollo de los seres humanos»

Tras esos 45 años de experiencia, ¿cuáles diría que son las cualidades que debe tener un buen director de coro, tanto musicales como extramusicales?
En cuanto a las musicales, formación; una profunda formación musical. Tiene que ser solvente, inquieto, con interés… Yo no he dejado de estudiar, de buscar repertorio, de tener otras formaciones (no solo con la música a cappella, sino también con la sinfónico-coral), tener otros maestros, trabajar con otras técnicas o concepciones de la música… Eso es muy importante. Y en cuanto a lo extramusical, debe ser intuitivo, constante, tener paciencia, ser resiliente, saber adaptarse a los cambios, ponerse siempre metas a corto, medio y largo plazo, ser estratega para lograrlas y buscar que a la gente le guste colaborar contigo. Para mí una de las cosas más importantes es crear equipos.

En otra pregunta hablaba de sueños. ¿Qué sueño musical le queda por cumplir?
En las próximas décadas, mi sueño sería poder seguir dirigiendo coros y seguir haciendo música; realizar algunos repertorios que aún no he podido porque existen millones de partituras. Pero me gustaría, sobre todo, que mi país, donde hicimos un trabajo musical (y particularmente coral) tan profundo y extenso, y que ahora está disminuido por la situación económica y política, pueda volver a renacer. 𝄂

por María Sendino
MUNDO CORAL Nº II