LA BANDA SONORA DE TU VIDA

«Todos mis recuerdos han quedado almacenados en esa canción, siendo un puente directo a otro momento de mi vida, lo más parecido a viajar en el tiempo»

Otoño, un día cualquiera de octubre. Serían las seis de la tarde aproximadamente, y en el conservatorio se escuchaban los típicos sonidos que uno podría esperar: gente caminando de un lado a otro, instrumentos afinando, maestros enumerando notas musicales y demás clichés que podréis imaginar. Ninguno de esos sonidos captaba mi atención como lo hizo la lluvia, golpeando las ventanas por las que observaba, embobado, los tonos grises que adquiría Madrid. Siempre me gustó la lluvia y ese día llovía abundantemente.

Recuerdo aquel día como si fuera ayer: un Javi muy joven aguardaba su turno para ser examinado mientras miraba por la ventana, sin apenas pestañear. Por aquel entonces aún era normal ver a la gente escuchar música con un walkman, y yo tenía el mío, por supuesto que lo tenía. Si no sabéis lo que es un walkman, os diré que una rápida búsqueda en Google os aclarará este concepto mucho más que lo que un servidor os pueda contar, pero, por reducirlo lo más posible: música allá donde fueras, en formato casete.

«Mis máquinas del tiempo particulares me han ayudado a manejar y comprender mis emociones de una manera más sana, tanto si me recuerdan un momento feliz o triste de mi vida»

Tenía yo quince años y la cinta que viajaba dentro de mi walkman era una de mis favoritas. Hablamos de History, álbum de Michael Jackson editado en 1995. Fuera el destino o el azar más caprichoso, la canción que sonaba mientras miraba cómo la lluvia resbalaba por el cristal era Stranger in Moscow. Hace apenas dos días iba viajando en autobús y, al ver que llovía, fui directamente a buscar la misma canción en mi smartphone. Escucharla es mucho más que recordar, es viajar en el tiempo. Vuelvo a sentir la presión del que va a ser examinado, puedo escuchar el golpeo suave de la lluvia en la ventana, casi puedo sentir el olor que desprendían los pasillos del conservatorio. Hace más de veinte años de aquella tarde y todos mis recuerdos han quedado almacenados en esa canción, siendo un puente directo a otro momento de mi vida, lo más parecido que he experimentado a, como decía, viajar en el tiempo.

Imagen de Pexels en Pixabay

Seguro que esto os es familiar, y que tenéis vuestra propia máquina del tiempo que os lleva a un momento de vuestra vida que solo vosotros recordáis. Esa canción que os recuerda a unas vacaciones felices e inocentes, la que os lleva de vuelta a vuestra primera Navidad, aquella que simboliza un momento único e irrepetible en vuestras vidas. También aquellas que nos recuerdan momentos amargos y dolorosos, quizá el primer desengaño amoroso, puede que la que os haga revivir recuerdos junto a un ser querido que ya no está a vuestro lado, o la que simplemente os lleva de regreso a una época donde lo único que teníamos para sentir alivio era precisamente eso, una canción.

Ahora, y representando un gesto de quitar cualquier escudo frente a quienes me están leyendo, quisiera compartir algunas de mis máquinas del tiempo particulares. Una por una forman los momentos más memorables de mi vida, para bien o para mal, y son realmente importantes para mí. Cada una ellas me ha ayudado a manejar y comprender mis emociones de una manera más sana, tanto si me recuerdan un momento feliz o triste de mi vida.

Viajo al asiento trasero del coche de mi padre cada vez que escucho Sultans of Swing, de Dire Straits, en concreto a mis diez añitos y los viajes de fin de semana. Vuelvo al mismo asiento cuando escucho Solo pienso en ti, canción que Víctor Manuel interpretaba en el primer álbum en directo que recuerdo haber escuchado, Mucho más que dos. La broma se sirve sola, porque durante las vacaciones de un verano de 1992 en Torrevieja, sonó mucho más que dos veces. Fue el primer disco que vi romperse de tanto usarlo.

«No son solo canciones, son los momentos que están ligados a ellas, lo que vivía y sentía en cada uno de esos momentos, la gente que tenía a mi lado, mis propios sentimientos en su estado más sincero»

Camino por las calles de mi pueblo en las fiestas patronales, con apenas diecisiete años y mis amigos bailando y cantando a pleno pulmón, cada vez que escucho Legalización de Ska-P. Mi padre no soportaba aquel disco. No llegó a tirarlo por la ventana como amenazaba constantemente, pero ganas no le faltaron. Las mismas que tenía yo de que lo pusiera una y otra vez. Y luego, otra vez más.

Vuelvo a sentir esa opresión en el pecho, esa primera vez que sentimos una tristeza profunda y sincera, si escucho Lluvia en soledad, de Celtas Cortos, y cómo abrazarla en vez de rechazarla me hacía sentir alivio. También cuando suena Clavado en un bar, de Maná, que el mundo decidió poner de moda a mis diecinueve años, coincidiendo con mi primer fiasco emocional. Lo que he llegado a odiar esa canción no se puede expresar con palabras. Al menos, no con las que se puedan considerar civilizadas. Pero la odiaba, mucho. A muerte.

Javi Diez durante un concierto con Mago de O
Javi Diez durante un concierto con Mâgo de Oz | foto: Cristian López

«Cada vez que viajo al final de un concierto de Mägo de Oz lo hago de la mano de Fiesta pagana»

Quince años tenía cuando cayó en mis manos el primer disco que escuché hasta la náusea, hasta la amenaza verbal para que pusiera «cualquier otra cosa». Y es que hasta yo reconozco que el uso y disfrute que hice de Romanza, de Andrea Bocelli rozó lo enfermizo. Igual pasé tres meses del tirón sin escuchar nada más.

Por abreviar voy a ir a la última gran máquina del tiempo que he tenido el placer de añadir a la colección. Fiesta pagana de Mägo de Oz, siempre va a recordarme un sinfín de días felices e increíbles. Suelen preguntarnos si no estamos hartos de tocarla siempre, y siempre respondo que no, porque cada vez que suena recuerdo un concierto diferente. Daba igual si el día había sido duro, si no habíamos dormido, si el sonido era desagradable o si habíamos tenido una pelea justo antes de subir al escenario. Llegaba Fiesta pagana y todo el público explotaba en una reacción de inmensa y sincera felicidad, y sabías que todo había merecido la pena. Cada vez que viajo al final de un concierto con Mägo de Oz lo hago de la mano de este tema porque todas las veces que suena representa un momento de absoluta felicidad y cientos de miles de protagonistas, repartidos durante muchos años y en muchas partes del mundo. 

Esta es, a grandes rasgos, la banda sonora de mi vida. Saberlo me hace sentir privilegiado, porque considero que soy quien soy gracias a ella, al menos en gran parte. No son solo canciones, son los momentos que están ligados a ellas, lo que vivía y sentía en cada uno de esos momentos, la gente que tenía a mi lado, mis propios sentimientos en su estado más sincero. Es el camino que he recorrido hasta ahora, en su visión más artística y sentimental. Es quien soy. 


MUNDO CORAL Nº I