Nunca un plan fue tan redondo y se ha retroalimentado con tanta facilidad: cuando un niño está feliz, canta; y a su vez, cantar le proporciona felicidad. Sí, efectivamente esta afirmación es también válida para adultos, pero en estos casos “el qué dirán”, con frecuencia, genera un estrés que le resta efectividad y espontaneidad a esta receta mágica. Por eso, lo mejor es dejar los complejos al margen y disfrutar cantando como un niño.
En cualquier caso, al margen de la edad, está científicamente demostrado que al cantar se generan endorfinas, también conocidas como “las moléculas de la felicidad”. Se trata de sustancias naturales que produce nuestro propio cuerpo y que tiene propiedades farmacológicas similares a la morfina. Las endorfinas además actúan como neurotransmisores e incluso como analgésico.
Pero si hay algo por lo que cantar es especialmente importante para los más jóvenes de la casa, es por su aportación en el desarrollo cognitivo. Al cantar se activan distintas partes del cerebro que hacen que sea más sencillo aprender algo nuevo o que se refuercen los conocimientos aprendidos. Y es que, cantar es un nutriente para los cerebros de los niños. Funciona como una potente vitamina.
Además, aporta ventajas para su desarrollo integral, especialmente en el habla, la conducta social y el control de la agresión.
Con frecuencia vemos a niños de muy corta edad que cantan espontáneamente mientras juegan. Simultanear estas dos actividades hace que se concentren con más intensidad, lo que les hace estar más serenos y relajados.
Pero ahí no terminan los beneficios del canto: genera armonía psicológica, refuerza el sistema inmune y reduce los problemas de sueño y enfermedades circulatorias. ¿Cuál es entonces tu motivo para no propiciar que tu hijo cante más?