LA MÚSICA SE ENSEÑA MAL (II)
«Algunos valores que los profesores podrían transmitir a través de la enseñanza de la música abarcarían desde la descentralización occidental hasta los presupuestos de igualdad, perspectiva de género, ideología queer…»
Sin duda, la enseñanza de la música es susceptible de mejoras didácticas. Y no solo eso: es posible plantear una metodología alternativa para, además, transmitir determinados valores a través de la música. Por poner solo un ejemplo, hasta hace no muchos años, la enseñanza de la historia de la música era la enseñanza de los músicos, así, en masculino. Según la propuesta de Pilar Ramos López en su libro Feminismo y música, introducción crítica: «Creo que el conocimiento de esta perspectiva [musicología feminista] es obligado para cualquier estudioso […]. Se compartan o no sus premisas, un musicólogo o un historiador hoy no puede limitarse a saber sobre teoría feminista los cuatro tópicos de lo políticamente correcto». Algunos otros valores que los profesores podrían transmitir a través de la enseñanza de la música abarcarían desde la descentralización occidental hasta los presupuestos de igualdad, perspectiva de género, ideología queer y otros tantos que podrían estudiarse.

Por último, en la enseñanza de la música puede implantarse un conocimiento desde el punto de vista de la musicología, es decir, interdisciplinar. La enseñanza de la música se enriquecería mucho si se adscribiese a los presupuestos de la musicología. Como bien sostiene Enrique Rueda en su libro Armonía, «es labor urgente del profesor el tratar cada día las múltiples interrelaciones entre la armonía y los demás aspectos de la música […]. Y más aún, debe siempre prestarse toda la atención posible a la relación entre la armonía, la música y las demás artes ¡y hasta los demás aspectos de la vida!». La musicología abarca mucho más de lo que se conoce popular o socialmente. Arte, antropología, historia, filosofía, medios audiovisuales, tecnología, internet, nuevos medios de comunicación, redes sociales… el mundo está en constante evolución y la música forma parte de ese mundo cambiante, como expresión y como recurso. Publicidad, cine, programaciones de conciertos, divulgación; la música abarca tantos aspectos de la vida cotidiana que es necesario aproximarse a ella desde una multiplicidad de puntos de vista.
«Diversificación y transversalidad son aspectos necesarios en la enseñanza de la música»
Por otro lado, la excesiva especialización en un aspecto muy concreto de la música impide conocer ese mismo aspecto en amplitud. Un estudiante de Historia y Ciencias de la Música en Granada explicaba hace unos días que él creía saber tocar la guitarra, hasta que un profesor, para su sorpresa, le dijo: «No tienes ni idea». Él, perplejo, pensaba: «¿Cómo no voy a conocer la guitarra después de tocar tantos años?». Entonces, su profesor le preguntó: «¿Sabes tocar jazz?». Él respondió que no. «¿Sabes tocar blues?». Evidentemente, no. La guitarra, y cualquier instrumento, es mucho más de lo que las clases regladas y académicas a menudo ofrecen. Es necesario diversificar los acercamientos al conocimiento de la música. Diversificación y transversalidad son aspectos necesarios en la enseñanza de la música. Hay que acometer el trabajo de desarrollar estos aspectos. Queda abierta la sugerencia.
«La enseñanza de la música se enriquecería mucho si se adscribiese a los presupuestos de la musicología»

A raíz de todas estas reflexiones, podemos establecer una serie de propuestas para la mejora de la enseñanza de la música y la ampliación de la disciplina. Se ofrecen, como muestra, las siguientes: ante todo y sobre todo, apasionarse y apasionar al alumnado; encontrar la manera de resucitar el interés que una vez se tuvo por la música y también por la enseñanza; transmitir el amor a la música; plantear clases amenas y divertidas, probando diferentes instrumentos y tipos de música. En segundo lugar, utilizar para el aprendizaje instrumentos que permitan cantar, no solo tocar. En este sentido, se debería alternar, por ejemplo, la flauta dulce con el xilófono o algún otro instrumento que deje libre la voz para la entonación. La batucada, el baile o la expresión corporal pueden ser buenos apoyos. En niveles superiores, incluso un asunto árido como corregir ejercicios de especie se puede hacer ameno, por ejemplo, en torno al piano, tocando y corrigiendo juntos para que podamos aprender unos de otros. También sería bueno abandonar la distancia que separa al alumno del profesor y a los alumnos entre sí.
«La excesiva especialización en un aspecto muy concreto de la música impide conocer ese mismo aspecto en amplitud»
Una propuesta muy atrevida me la ofrece una colega: «Creo que no deberían existir los conservatorios como tal, sino que las personas que se quieran dedicar a la música desde pequeños puedan asistir a institutos o universidades en las que se den conceptos básicos como matemáticas o idiomas, pero el resto del tiempo sean clases de música (orquesta, coro, historia de la música, etc.) y que cada uno se apunte a lo que más le interese sin estar obligados a algo que no les guste, sin distinción entre distintas edades o niveles».
Hay un grupo nutrido de jóvenes promesas de la divulgación musical de los que los profesores podrían muy bien servirse: Jaime Altozano, Alvinsch, ShaunTrack, Pierre St. John y tantos otros son músicos de primera categoría, con sobrado talento y dotes didácticas extraordinarias. ¿Por qué no dejar en sus manos las partes más áridas proyectando sus vídeos en clase?
Sería deseable que este conjunto de propuestas llegase a las instituciones correspondientes: conservatorios, escuelas de música, colegios, etc. Sin duda, esta revista puede contribuir con la divulgación de nuevos métodos o compartiendo experiencias de enseñanza para abrirnos al futuro con la ilusión de no repetir década tras década, y casi siglo tras siglo, los mismos modos de enseñar. █